10.5.07

Pero, ¿por qué INTERCULTURALIDAD en nuestros Centros Educativos?


Un sistema educativo que pretende ser el germen de una sociedad democrática en la que el respeto mutuo -siempre limitado por los dictados del sentido común y de la legalidad- sea el nexo que articule la realidad plural, no puede pasar de soslayo ante un hecho como la inmigración.
Los movimientos migratorios han existido siempre, pero da la impresión de que en estos momentos -y especialmente en nuestra realidad más inmediata- constituyen un tema que causa preocupación a nivel socio-político y, en muchos casos, incluso la alarma que provoca el temor a lo desconocido. Nos inquieta abrir los ojos con capacidad crítica, pero receptiva, a situaciones que nos obligan a replantearnos nuestras posiciones estables y cómodas, y nos atrincheramos en nuestro refugio, protegiéndonos en el paraguas de una unicidad que se convierte, en muchos casos, en un absolutismo cultural.
Si la ingenuidad nos condujo en algún caso a no considerar la globalización como un espejismo donde el vergel del oasis era la unión entre los pueblos, la solidaridad y la expansión de la civilización -de la nuestra, claro- por todos los rincones del mundo, la evidencia nos demuestra que no ha sido sino una argucia por la que el espíritu comercial ha impuesto sus dictados, inventando nuevas formas de crecimiento económico para los países que ya eran más ricos… De ahí que estemos presenciando un distanciamiento cada vez mayor –cualitativa y cuantitativamente- entre ricos y pobres (véanse también otros datos ofrecidos por ATTAC y los indicadores del milenio elaborados por la ONU) y una hendidura, aún más profunda en la sociedad del conocimiento que se ha dado en llamar la brecha digital. La globalización ha contribuido a acentuar estas diferencias, relegando a muchos países además de a la pobreza, a la invisibilidad.
Las pateras, los cayucos, los “sin papeles”, los que se “cuelan” como turistas, los que vienen… no son sino una de las consecuencias de esta situación, no son sino la representación del deseo legítimo de huir de la miseria, de prosperar, de conseguir para ellos y sus familias un futuro mejor: como tú, como yo. Además, no lo olvidemos, también parte de nuestra sociedad reclama hipócritamente esa mano de obra más dócil, barata y con menor conciencia sindical.
Una vez oí en la radio la más clarificadora metáfora para responder a la pregunta de por qué arriesgan sus vidas los inmigrantes que llegan en las peores condiciones, en peligrosas travesías o saltando alambradas: respondiendo al mismo mecanismo mental de supervivencia que empuja a alguien a arrojarse por la ventana de un piso, por muy alto que sea, en llamas…
No podemos olvidar tampoco a aquellos que, desde otra tesitura, llegan buscando una calidad de vida diferente a la que tienen en sus lugares de origen, quizás el clima, quizás un ritmo cotidiano más apacible, quizás, por qué no, satisfacer las exigencias de un espíritu aventurero.
Nuestra escuela pública, con clara vocación de formación tanto académica como en la ciudadanía democrática debe hacer más que nunca, gala de su sensibilidad humana, flexibilidad y capacidad de respuesta. L@s hij@s de est@s inmigrantes forman parte de nuestro alumnado, y por lo tanto, les debe facilitar su integración en el sistema educativo como paso previo imprescindible a la completa y activa inclusión social, participando de los derechos y deberes que dan lugar a la correcta cohesión social.
En España vivimos ahora unos momentos iniciales y por tanto cruciales. Mirarnos en los espejos de otros modelos cercanos de integración del inmigrante, como el francés –el de la “asimilación”- o el británico –el “laissez faire”, con el consiguiente peligro de “ghettización” – nos arroja la luz necesaria para tomar ciertas ideas que pudieran ser válidas, pero sobre todo, para no cometer los mismos errores de estos paradigmas integradores. Segundas y terceras generaciones de inmigración en esos países han manifestado su frustración llegando en determinados casos a reaccionar de forma violenta (Véanse los ejemplos recientes de Londres y París, pero preguntémonos también las causas profundas.)
Si la multiculturalidad es, pues, un hecho ineludible en nuestra sociedad, y por tanto en nuestras escuelas, la aportación del sistema educativo debería ser facilitar, dando así un paso cualitativo, el modelo intercultural, como encuentro entre culturas, como base para compartir experiencias y fomentar el aprendizaje mutuo, con el consiguiente enriquecimiento que nos haga crecer como personas que tienen a su alcance la ampliación de su bagaje cultural.
Corresponde también a la Administración Educativa multiplicar los esfuerzos con que hasta ahora se está comprometiendo, descendiendo a las aulas para tomar el pulso a la realidad cotidiana, informándose a pie de pasillo de las dificultades que este desafío supone para toda la Comunidad Educativa y actuando con mayor diligencia en su regulación y su constante revisión. Se necesita una mayor implicación que se traduzca a la realidad -evitando en lo posible la excesiva burocratización de que nuestro sistema adolece- en medidas de actuación como la disminución real de la ratio en las aulas, la mayor flexibilización de los grupos –favoreciendo la permeabilidad entre ellos- , evitar que la implicación del profesorado descanse sobre la buena voluntad de parte del mismo, abriendo posibilidades, por ejemplo, a la atenuación de la carga lectiva del profesorado involucrado activamente en poner en marcha este tipo de proyectos que movilizan desde sus cimientos a todo un Centro Educativo… Todo ello, con la clara intención de que la escuela desarrolle de forma paralela y simultánea su doble función socializadora, pero también, por supuesto, de formación académica; todo ello, para dotar de contenidos a términos que –como la Interculturalidad- irrumpen con fuerza en el campo educativo pero que, vacíos y burocratizados no sólo son decepcionantes para l@s que aún mantenemos ilusiones en esta profesión, sino que, con razón, alimentan los recelos y el rechazo de quienes, cansados de terminología vacua, no optan tanto por el riesgo. Todo ello, en fin, para que la escuela sea un alternativo instrumento de poder… el de poder mejorar la sociedad de que tod@s formamos parte.
Para terminar, os invitamos a compartir una pequeña reflexión en forma de canción sobre cuya pista nos puso Benjamín Pérez –nuestro maravilloso ponente sobre Plan de Acogida- en el Curso de Formación en Centros que estamos realizando en nuestro Instituto. Para pensar, porque hay un rasgo más profundo que todos los seres humanos compartimos…¿la humanidad?

1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces me gustaría tener presente más referencias, o quizás recordar tan solo varias. Entre ellas está el enlace de "ricos y pobres", en mis clases de Estadística cuando se lo enseño a los niños es la única actividad que los deja mudos, boquiabiertos... y no solo en clase de Estadística.
Otra referencia que me gusta tener a mano es del filósofo Antonio Bolivar (aunque ya decía algo parecido J. Dewey, e incluso Manuel José Quintana en su informe sobre educación allá por el año 15, ¡1815!) "la escuela por sí sola no puede eliminar las desigualdades y diferencias sociales pero al menos debe y PUEDE contribuir a contrarrestar los procesos de exclusión económico, cultural y social."
Por cierto, como soy maestro y también me inflan las narices mis alumnos a niveles de desesperación insospechables, también me hago recordar la frase de un amigo del filósofo, Tomás Pérez, cabrero: "Las cabras son como la gente, algunas mansas otras guaninas. Las mansas son cabras de corral, cuando salen al campo siguen la linde y no se apartan del ganado. ¡Ay! pero las guaninas ..., no admiten amo ni marcas y cuando salen al campo no paran, saltan, trotan, cornean; son libres, encuentran fuentes y abren caminos. Y aunque me desquician, ¡qué me gustan la guaninas!"
Gracias, Maví.